En mi visita al mercado
municipal de Hermosillo, “José María Pino Suárez”, pude observar muchas cosas,
desde las más cotidianas, a lo que a mi parecer es sumamente raro de ver en
cualquier otro lugar.
Para empezar, lo primero que observo a mi
caminar rumbo al mercado, es un reloj en su fachada, un reloj inservible, como
si el tiempo se hubiera detenido en ese lugar, y eso fue lo que pensé al
entrar. Antes de darle un vistazo al mercado por dentro, decidí observar lo que
se encuentra afuera, y lo que pude ver es una realidad a la que no estoy
acostumbrado. Un gran número de indigentes pidiendo ayuda económica, un peso,
lo que sea a nuestra voluntad. También pude observar un gran número de personas
de la tercera edad. Lo curioso para mí en este caso es, como al parecer, estas
personas solo aquí pueden ser escuchadas, los unos por los otros, pero al
final, están recibiendo la atención que difícilmente recibirán en cualquier
otro lugar. Eso básicamente fue lo que atrapó mi atención de las afueras del
mercado, como las personas “invisibles”, en ese lugar son algo importante, me
atrevo a decir que son la fachada perfecta del lugar, y le dan ese ambiente
familiar y de antaño al mercado municipal.
Ya estando adentro, lo primero que se puede
observar es un olor, para mí no desagradable, pero sí muy peculiar. Después un
grupo de gente desayunando, platicando, mirando televisión, leyendo el periódico,
la mayoría de las personas ahí eran muy sonrientes, lo que me dejó la impresión
de que de verdad les gusta ese lugar, o la comida estaba exquisita.
Seguí avanzando, pude observar a mi camino
variedad de puestos, la mayoría de comida, aunque también logre localizar
algunos muy distintos de los demás, como un puesto de bisutería. Había lugares
muy peculiares, como una taquería en donde se encontraba una señora haciendo
las tortillas de maíz ahí mismo, por lo que tenía una gran clientela. También
las famosas malteadas, donde pude mirar a una señora muy agradable, y que solo
me dejó con el antojo de uno de sus productos, ya que iba con muy poco dinero.
Algo que me causo risa, y al mismo tiempo un
sentimiento especial, fue el ver como los vendedores se pelean por llamar tu
atención. Desde el “pasale, guapo. ¿Qué le damos?”, hasta el “´que se le ofrece
güerito?”. Tengo que admitir que estar
en el mercado me hizo sentir querido, al menos es bueno de vez en cuando ver
que hay personas haciendo lo posible por llamar tu atención. Lo curioso, es que
pasaba por el mismo lugar otra vez, y la cosa era igual, seguían queriendo
llamar mi atención, aunque ya les había dejado claro que no quería nada. Eso
hizo especial la visita, en el mercado tal vez sí seas un cliente más, pero al
menos te hablan bonito.
En mi recorrido pude observar personas de
todas las edades, y algunas con acento foráneo. Pero no había ningún problema
entre ellos, todos convivían de una manera muy amigable. Me hicieron pensar que
en el mercado no existe ninguna barrera marcada por la edad o por el lugar de
origen, solo les importa tu historia, y que nuevas noticias traes contigo.
Estando ahí me atreví a hacerle preguntas a
un vendedor de verdura, llamado Rafael. Él me dijo que el mercado a decaído un
poco, en lo que se refiere a la venta de carnes, o verduras. Para él la venta
de comida esta igual, y es muy buena. Y lo considero cierto, ya que todos los
puestos de tacos, o de lo que sea comida estaban totalmente llenos, algo que
sinceramente no esperaba.
En mi recorrido fue inevitable no detenerme a
comer algo, mirando tanta comida, y con los olores tan deseables que se pasean
por el lugar. Llegue a un lugar que atrapó mi atención desde el momento que lo
mire por primera vez, ya que en una de sus paredes contiene una gran cantidad
de trofeos de beisbol. La comida estaba deliciosa, y me hizo entender el porque
de que todas las taquerías estuvieran repletas de personas comiendo. Tenía ese
sabor que solo puedes encontrar en lugares así, un sabor muy rico, que al menos
a mí me recordaba a mi infancia, cuando comía en Guaymas.
El mercado municipal de Hermosillo es muchas
cosas. Es un punto de encuentro, es una fuente de empleo para decenas de
personas, un lugar para convivir de una manera sana, y porque no, un lugar
donde podrás encontrar esos sabores de la infancia que creías perdidos. Además de
un lugar con su esencia propia, sus colores, un lugar a mi parecer único, con
personas que van tal vez solo a sentirse acompañadas. Pero eso es lo que más me
gustó, sinceramente, el mercado hace que podamos observar a los que afuera la
mayoría del tiempo son invisibles.
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